Salimos
dirección al desierto después de comer en L.A., pasamos al lado del pueblo de
Mojave, que alberga un cementerio de aviones comerciales. Los almacenan aquí debido
a la poca humedad que hay en el ambiente, cosa que ayuda a mantener los aviones
en un buen estado de conservación.
De camino
a Lone Pine nos estuvo azotando un
viento muy fuerte cosa que nos hizo ir con más precaución de lo habitual, ya
que cada vez que adelantábamos un camión el efecto del viento nos hacia tener que
corregir el volante para no salirnos de la carretera, por suerte una vez en el
pueblo, que más que pueblo son casas al lado de la carretera principal, el
viento cesa y podemos acomodarnos y descansar para el duro día que nos
esperará.
Nos
levantamos a las 5.30 de la mañana para poder salir lo más temprano posible y
evitar así las horas más calurosas del día, que según nos comentan es a partir
de las 3 de la tarde y que lo ideal sería que a esa hora estuviéramos bajo
sombra y no en medio del desierto.
A las
8:15 de la mañana ya teníamos unos agradables 96ºF , 36ºC , más tarde en Badwater Basin alcanzaríamos los 113ºF , 45ºC.
La
primera parada que hacemos es un pequeño pueblo fantasma, ex antigua
explotación de oro, pero como la gran mayoría de pueblos fantasmas en esta
parte de los Estados unidos ¿Una vez terminado el oro, en medio del desierto
que se puede hacer?
Nos
acercamos a Hell’s Gate y ahora
entendemos el porqué de este nombre, ver lo que ves entiendes porque es la
puerta del infierno, simplemente sobrecogedor.
Así que
nos vamos dirección hacia Furnace Creek,
desde dónde se pueden apreciar unas curiosas formas en el terreno, además como
dato curioso aquí se encuentra un campo de golf sobre una salina.
Tras
derretirnos un poco en el sol nos vamos a recorrer la Artist road, una pequeña carretera de un solo sentido que te llevan
entre cañones que te ofrecen una bonita gama de colores en la piedra, de ahí su
nombre.
Y por fin
el turno de tan ansiado trayecto, Badwater
Basin el punto más bajo de todo el continente Americano, 85,5 m por debajo del nivel
del mar, es una sensación curiosa, no por ningún síntoma físico, sino por
pensar que en cualquier otro punto del planeta en esa circunstancia tendrías
una columna de 86 metros
de agua sobre tu cabeza, una presión nada despreciable.
Ya
visitado lo más destacable del Death
Valley, por falta de no disponer de un vehículo 4x4 nos vamos hacia Tecopa,
que es dónde pasaremos la noche antes de partir hacia el siguiente desierto,
Mojave.
Recomendación
personal dormir en Tecopa en un sitio llamado Cynthia’s, es un lugar muy tranquilo, dónde puedes divisar las
estrellas sin nada de contaminación lumínica y una tranquilidad absoluta. A
pocos metros del “hotel” se halla un pequeño Oasis que por curiosidad nos
acercamos a ver, además tienen unas tiendas indias que sirven de habitaciones
para hospedarse.
Incluso
en la más absoluta desolación siempre queda un resquicio de vida y esperanza.
Por
cierto en Tecopa hay unos Hot Springs
(aguas termales) que sientan de maravilla y más cuando la compañía es grata!
Al día siguiente volvemos a pisar el desierto, pero esta vez nos vamos al desierto de Mojave.
Al día siguiente volvemos a pisar el desierto, pero esta vez nos vamos al desierto de Mojave.
En el desierto de Mojave la principal atracción son las
Kelso Dunes.
Estas
dunas tienen la pecularidad de que debido a ciertas condiciones como son el
tamaño de los granos de arena, la humedad a la que se encuentra esta y que la
arena debe contener sílice cantan al pasar por su cresta y mover grandes
cantidades de arena esta emita un sonido. Es un sonido curioso, difícil de
explicar y que solo se da en 35 dunas de todo el planeta, de ahí a que las
llamen, las dunas cantantes.
Pasamos
el día en el desierto y nos dirigimos a nuestro siguiente destino un pequeño
pueblo llamado Williams, del cual me enamoré, un pueblo dedicado única y
exclusivamente a la Ruta 66, una calle con encanto y aderezado con todo lo que
tiene que ver con la gasolina.
Pudimos
disfrutar de un espectáculo de vaqueros y tras dar un paseo por el pueblo para
abrir el apetito nos dirigimos al Café 66 dónde disfrutamos de una exquisita
cena, en exquisita compañía todo ello regado con música en directo, así que
disfrutamos un poco de la agradable noche bajo las estrellas antes de irnos a
dormir.